APRENDER A PERDER
Una simple observación de cómo afrontan los más pequeños la derrota es suficiente para darnos cuenta de que se trata de un aprendizaje complejo pero necesario.
Si no trabajamos desde pequeños, con los niños y niñas, que aprendan a perder a través del juego, esto puede llevarles a que se alejen del verdadero objetivo de jugar: divertirse. Sin olvidarnos de que puede trasladarse a otros ámbitos de su vida y generarle una gran frustración.
Cuando dejamos ganar a nuestros hijos porque nos da pena que pierdan o porque si pierden se enfadan, no les permitimos entrar en contacto con sus sentimientos de frustración y aprender a gestionarlos. En la vida nadie escapa a alguna derrota y mejor saber gestionarlas. El juego es una pista de aprendizaje, un ensayo de la vida real sin consecuencias en la vida real, por lo que es una actividad excelente con la que practicar la tarea de perder.
Se trata de buscar un equilibrio entre competitividad, que hace falta para ciertos aspectos de la vida, y saber encajar las derrotas. Esto les permitirá aprender y obtener información de sus errores, sin castigarse, para poder alcanzar sus objetivos y disfrutar en el proceso.
¿Cómo nos enfrentamos a que aprendan a perder? Nos preguntan las familias, preocupadas por la reacción de sus pequeños ante la pérdida durante el juego. Por suerte, contamos con herramientas que dulcifican este proceso.
Los juegos cooperativos son una de las estrategias más eficaces. Son aquellos en los que compartimos la responsabilidad de ganar y perder y suponen, sin duda, una buena receta. Jugamos juntos contra el propio juego. Nuestras decisiones tienen siempre una consecuencia. Sin embargo, si una decisión nos complica la partida o desemboca directamente en derrota, lo asumiremos juntos. ¿Significa esto que mi hijo ya no jugará para ganar? Nunca ha dejado de intentar ganar, pero aprenderá a relativizar los resultados. Si cooperamos, nuestro rival es inanimado y nuestros compañeros son reales, de carne y hueso. Este rival figurado, nos ayuda a controlar la frustración y la ira, que irá dirigida hacia algo que no existe en realidad. Si competimos entre nosotros, hemos sido compañeros antes, y por eso, no podremos ser enemigos, aunque sí sanos competidores.
Los niños aprenden por imitación, así que pierde bien, sin hacer de ello una situación dramática, acéptalo y sigue adelante, resalta las cosas buenas del proceso, de la partida, lo que os habéis divertido… a nadie le gusta perder pero es algo que debemos aprende a hacer bien. Si tus hijos ven que ganar no es lo único que importa, aprenderán que perder tampoco es lo único que importa. Hay mucho más y tú estás de su lado para acompañarles mientras lo descubren.